En agosto pasado, tras conocerlos personalmente, les dediqué este poema a Belén Díaz y a Mauricio Misquero, de Rebelión Científica. Hoy he decidido publicarlo como homenaje a su compromiso y denuncia de la brutal detención policial de que han sido objeto esta mañana, junto con otros compañeros, por el terrible delito de revelarnos de nuevo (¿acaso no es la misión de la ciencia descubrir la verdad oculta?) la sangre presente y futura que cubre el Congreso de los Diputados, sede de la soberanía de las élites suicidas.
Para Belén y Mauricio, especialmente.
«Queremos que digan la verdad.»
La verdad debe ser dicha.
Pero sólo podemos
nombrarla
con la voz quebrada,
con agua en los ojos
y fuego en los corazones,
miles de seres ardiéndonos
en el fondo de nuestras tripas.
Porque la verdad es dura, es seca
y quema en la garganta.
Pero cuando se nos hace lágrimas
se convierte en lluvia
y cae como miles de tambores
fecundando la tierra
con su canción de fuerza y de futuro.
Sólo se puede ser rebelde
siendo tierra,
siendo lluvia,
sólo se puede luchar
con los puños empapados en llanto.