Por no estuviera clara mi postura al respecto de las diversas soberanías energéticas a raíz de mi anterior texto, lo explicitaré aquí por niveles: la UE no tiene derecho a decidir la conversión de España en zona de sacrificio; ni España a decidir que Galicia lo sea; ni Galicia a decidir que ninguna de sus comarcas lo sea; ni ninguna comarca gallega a que lo sea una de sus villas o parroquias; ni ninguna localidad a decidir que una parte de ella lo sea. Valga esto para un proyecto hidroeléctrico, para un polígono eólico o para toda una política marco a favor del coche eléctrico o de la generación de hidrógeno mediante sistemas pseudorrenovables de generación eléctrica. Esta defensa que hago de la soberanía energética local parte de la misma concepción de la subsidiariedad y de la democracia directa que el anarquismo, donde las decisiones nunca pueden ser impuestas de arriba abajo y deben siempre ser acordadas de manera confederada pero respetando en primer lugar el derecho de las personas o poblaciones directamente afectadas por cada proyecto energético.
Una vez aclarada mi postura, recordaré a efectos de no perdernos en este debate que las estrategias energéticas de la UE, en concreto su apuesta por el hidrógeno llamado «verde» no son decisiones democráticas, ni siquiera desde el punto de vista de quienes consideran que las democracias representativas de tipo liberal son democracias dignas de tal nombre.