Sospecho que a ciertos feminismos les sucede con lo del amor romántico algo parecido a lo que les sucede a ciertas izquierdas con el concepto de austeridad. En lugar de estar en contra del amor romántico, creo que habría que estar en primer lugar en contra de llamarle amor a lo que no lo es. Tal vez estemos ante un caso de acatamiento de la tergiversación interesada de los términos que hace el enemigo: algunas izquierdas asumen que lo que neoliberalismo denomina austeridad es realmente austeridad, en lugar de un expolio descarnado de lo público y un trasvase escandaloso de riqueza común a las élites, en lugar de reivindicar la austeridad como un valor positivo, perfectamente coherente e incluso necesario (en estos tiempos de colapso) para la ética de izquierdas (como sabiamente reivindicaba Julio Anguita), y a partir de ahí denunciar el uso deformado del término por parte de la derecha, negándose a aceptar su lenguaje tramposo.
En ocasiones tengo la impresión de que ciertas feministas han aceptado que lo que algunos machistas denominan amor romántico es en efecto, amor, en lugar de denunciarlo como anti-amor («Si te maltrata no te quiere» era un lema que ahora parece desparecido). No es que el amor romántico no sea amor verdadero o sano, sino que lo que algunos llaman amor romántico no tiene nada de amor ni nada que ver con el Romanticismo, origen del término que conviene recordar y reinvindicar.