El capitalismo es maligno en el mismo sentido en que lo son algunos tumores. Sólo que en este caso no hay variantes benignas: todas ellas nos llevan a la muerte de la civilización, y quizás de la especie.
Y esto no es así porque lo dijera Marx o Engels o Bakunin, ni siquiera Lenin, Mao o Stalin. Es así porque nos lo dice la ciencia: un sistema que no sabe parar de crecer nos condena al desastre en un planeta finito.