La solución al problema de insostenibilidad del gasto social que apuntaba en mi anterior post no se soluciona, como ha apuntado el gobierno, mediante un aumento de los flujos inmigratorios. No quiero decir que no necesitemos inmigrantes, sino que no son la solución para mantener las pensiones, ni para sostener nuestro nivel de vida en los países enriquecidos, ni para sostener nuestra civilización industrializada ni nuestra sociedad de consumo. ¿Por qué? Básicamente porque nuestro nivel de vida lo sostienen, básicamente, los 40-45 esclavos energéticos que nos proporciona la energía fósil, y que nos permiten mantener un consumo de energía per capita equivalente a 3 toneladas de petróleo (eso en España; en otros países es aun mayor). Pero esos esclavos fósiles tienen una peculiariedad: no hay que darles de comer, y trabajan las 24 horas del día, los 365 ó 366 días del año.
Por tanto, para realizar el mismo trabajo que hoy nos aporta la energía fósil, mediante mano de obra humana (me permitiréis que obvie la pequeña diferencia esclavos/trabajadores a estos efectos), necesitaríamos una población que multiplicaría con mucho la actual en cualquiera de nuestos países (x40 en España, o más bien x120 si partimos de una jornada de 8 h/día), o en el mundo en su conjunto. Y esa población no existe (sería la actual ¡multiplicada por 20!). Ni podemos pretender que exista algún día, pues no tendría qué comer.
Así pues, cuando esos esclavos fósiles desaparezcan, con el último petróleo, el último gas natural y el último carbón, no podremos sustituirlos con trabajadores inmigrantes, al menos no en la escala que nos permite disponer de la abundancia de energía total actual. Será menos, muchísimo menos. De hecho, la media de la población no dispondrá de ningún esclavo y tendrá que apañárselas con su propio esfuerzo, excepto, claro está, aquellos que hayan cabalgado la ola del colapso apoderándose de recursos y vidas ajenas.