¿El enemigo de mi enemigo… es mi amigo? Nos lo podemos plantear así al ver la doble guerra de la actualidad: la guerra de clases entre los dueños del Capital y la clase trabajadora —que se prolonga ya al menos durante dos siglos— y la guerra del Capital contra la propia Vida —contra la Naturaleza, contra la Biosfera— que aunque larvada desde sus inicios comienza a emerger con claridad en las últimas décadas.
Así pues, la Vida y la clase trabajadora humana (parte integrante, lógicamente, de la Vida) tienen el mismo enemigo. Su lucha debería ser, por tanto, la misma, y trazar una alianza inquebrantable. Lógicamente sólo cabe que la clase trabajadora adapte su lucha para salvaguardar el conjunto superior, la Vida, pues sin ella no existiría tampoco la especie humana ni la clase trabajadora. La Vida, seguramente indefensa ante la amenaza del Capitalismo-Cancerismo que amenaza con destruir toda la biosfera en su demente intención de crecer perpetuamente a toda costa, no podría adaptar su defensa a los intereses de la clase trabajadora; sería, además de ridículo, imposible. Así pues, insisto, la alianza de la clase trabajadora (cada vez más identificada con una clase más extensa: la clase de los oprimidos) con la Vida, en su guerra definitiva contra el Capitalismo, debe supeditar su estrategia a la supervivencia de la Vida.