Hoy en una entrevista con el concejal de medioambiente de la localidad donde vivo, para el programa de radio que coordino en la radio municipal, emergió una postura muy común, demasiado común —diría que tan común que es la postura única que nos encontramos entre los responsables municipales, al menos por estos lares—, ante el planteamiento de tener en cuenta las futuras carencias de energía a que nos aboca el Peak Oil y el Peak Everything. «La cuestión energética es secundaria; ahora hay otras cuestiones más urgentes y prioritarias».
Bien, es un planteamiento que tiene su comprensible lógica (también dentro de la motivación electoralista, motivación adicional para casi todos nuestros políticos), pero implica un peligro muy grande que parece que no se alcanza a ver: la diferencia entre postergar la preparación ante el declive energético y postergar cualquier otra cuestión, es que para actuar la cuestión de la escasez energética (como para actuar ante cualquier otro problema), se necesita energía; por tanto sólo se puede hacer cuando hay energía abundante y barata, es decir, cuando aún no hay un problema evidente delante de las narices. Si esperamos a no tener energía (a que sea un problema palpable), o a que sea demasiado cara la poca que haya, entonces, simplemente será inviable actuar, o lo que sea haga será tan escaso, difícil y de corto alcance que equivaldrá en la práctica a nada.
Por tanto, postergar la preparación ante el Peak Oil equivale, en la práctica, a no actuar y a dejar que la carencia de combustibles fósiles y el fallo progresivo de nuestra civilización devoradora de energía nos pille sin preparación y que el desenlace sea simplemente trágico.