La nuestra será la civilización más odiada por sus sucesoras, por la cantidad y amplitud de los marrones que les legaremos. No dejaremos hermosas y evocadoras ruinas o unos cuantos desiertos más o algunos bosques arrasados: dejaremos una desastrosa alteración del clima en todo el planeta, unos océanos al borde de la muerte, una diversa y ubicua contaminación química persistente y unos residuos e instalaciones radiactivas durante miles de años.
