Podemos comparar la civilización industrial con un coche que hubiera sido diseñado sólo para acelerar, sin incorporar ningún freno de fábrica. ¿Cómo podríamos concebir ni tan siquiera que pudiera frenarse por sí misma? Nuestra civilización, diseñada para siempre crecer, para ir siempre más y más rápido, para consumir cada vez más energía, no dispone de mecanismos de frenada.
Quizás cabría, a lo sumo, siguiendo el símil del coche, actuar de manera similar a cuando un vehículo se queda sin frenos en plena marcha. En primer lugar es imprescindible dejar de acelerar, levantar totalmente el pie del acelerador. Esto, en nuestra civilización querría decir renunciar de inmediato a las políticas de crecimiento material (arrojar el PIB al cubo de la basura de la Historia). En segundo lugar podríamos pensar en emplear el freno-motor, como aconsejan los manuales de conducción en estas situaciones, pero es dudoso que nuestra civilización cuente si quiera con algo semejante a una caja de cambios (manual): más bien parece disponer de un cambio automático…
Llegados a este punto de emergencia, y con un coche sin frenos (realmente nunca los tuvo) a alta velocidad… ¿qué cabe hacer? No disponemos a la vista de ningún carril para frenadas de emergencia, así que quizás no quede otro remedio que buscar el rozamiento lateral, con el máximo cuidado, contra la mediana de la autopista, o contra las paredes del túnel, lo cual presenta riesgos ciertos, pero asegurará una cierta reducción de velocidad.
Pensemos en esta analogía cuando propongamos el frenado de emergencia de nuestro vehículo civilizatorio. Y recordemos: ha sido diseñado sin frenos.