Si gobierna la derecha, mal; porque seguirá recortando libertades y dirigiendo el colapso a su conveniencia. Si gobierna una izquierda ignorante del colapso civilizatorio en ciernes (o que no lo tiene asumido), también mal; porque perderá un tiempo y unos recursos preciosos, preparándole el terreno a una respuesta de tipo fascista que aprovechará el inevitable descontento y frustración del pueblo cuando el neokeynesianismo se demuestre inútil.
Surge en algunos de nosotros la tentación de pensar que es preferible que, mientras no sea plenamente consciente del contexto histórico en el que tendría que gobernar, es mejor que la izquierda continúe en la oposición, lugar quizás más apropiado para repensarse a sí misma y cuál debe ser su papel en el colapso. Quizás sea más fácil soltar el lastre de la mitología productivista y keynesiana sin las responsabilidades y presiones inherentes a una posición de poder. Quizás sea ahora el momento de convertirse en una oposición decrecentista, cuando las consecuencias del choque del imposible crecimiento perpetuo comiencen a ser palpables y preparen el terreno para la necesaria conversión cultural de la sociedad.
Manuel: !No sabes la de veces que, aún al borde de la náusea, he llegado a la misma conclusión! Mejor que sigan preparándose para afrontar el futuro decrecentista que nos espera, sin el desgaste político que le supondría formar parte del batiburrillo absurdo que se avecina en cualquier caso.