«Lo que no mata, engorda»… «Si no te ha hecho daño hasta ahora, no te lo hará»… «Llevo años comiéndolo/usándolo y no me he muerto»… Son frases que esconden un significado mortal: nuestra especie ha evolucionado conviviendo sólo (o principalmente) con tóxicos presentes en la naturaleza y de efecto agudo, es decir, que mataban o hacían mal de manera evidente y relativamente rápida. No estamos capacitados evolutivamente para percibir ni comprender el concepto de tóxico difuso y persistente (en el medio o en nuestro organismo, es decir, bioacumulable).
Trágicamente la civilización industrial nos ha llenado el planeta, nuestras ciudades, casas, alimentos y cuerpos de miles de tóxicos de efecto sinérgico y acumulable. La inmensa mayoría de los seres humanos son incapaces de asumirlo: pueden escucharlo, entenderlo en un nivel racional y hasta indignarse o preocuparse (momentáneamente) por ello. Sin embargo la reacción que de ahí se deriva concuerda más con la incomprensión que muestran las frases típicas que encabezan este pequeño texto: parece que lo entendemos, pero en realidad no. Y no hacemos nada para librarnos de esa persistente toxicidad, que nos va matando lentamente, como individuos y como especie.
Se suceden las noticias… sólo una pequeña punta de un enorme iceberg invisible contra el que ya está chocando nuestra especie: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/06/12/actualidad/1371071001_720485.html
[…] En definitiva, vivimos expuestos a riesgos absolutamente innecesarios y excesivos, con total desconocimiento o falta de comprensión (la mayoría de la gente a quien le rompe una bombilla acaba chupando y extendiendo el mercurio a […]