Acabo de escuchar hace un momento una entrevista de Sandra Urdín a Luis Garicano, europarlamentario de Ciudadanos, en la que entre su atropellada manera de hablar (el número de sílabas y fonemas que se zampa por minuto me ha dejado atónito), he pescado dos buenos mazagatismos, y curiosamente ambos son de cosas que no llegan a sitios: «no nos llega la camisa al cuello» y «que no llegue el agua al río». Las expresiones correctas son no llegar la camisa al cuerpo y no llegar la sangre al río, pero en una el Sr. Garikano… perdón: Garicano, ha reducido el cuerpo al cuello y en la otra ha censurado la versión gore original cambiándola por una aguada y absurda versión: porque si no llega el agua al río… ¡no hay río!
Lo que no le llega a Luis Garicano
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Bueno; eso ya lo dijo, en una conversación, Heráclito a Arquímedes de Orígenes que tenía la costumbre de *tergiversar todo, o casi.
No sé de qué te extrañas. Tal vez habría que llevar a Garicano al psiquiatra para una revisión por si el hecho de decontruir aforismos y convertirlos en reflanes sólo sea divertimento o un intento de ser o parecer simpático e intuir todo lo contrario.
Otra cosa es que el loquero determine enfermizo hábito que degenere en toda clase de improperios, insultos y blasfemias. Qué pena.
¿Por cierto, a todo esto, quién es Garicano?
Va, saludos y buen findeaño aunque vivas en Bilbo…
PD: De ahí que nuestra sociedad se asiente sobre un mito de (ir)realidades terribles y atrasadas.
Gracias por el comentario y muy bueno lo de los «reflanes». Casi merecería ser el título de una sección aparte en este blog que tengo tan abandonado… Buenas fiestas.