Empiezo a estar muy harto del maligno uso que hacen la mayoría de los medios de la palabra inmigrante reduciéndola a los inmigrantes extranjeros (y diría más: de fuera de la U.E.). ¡El titular del pasado martes del gratuito 20 minutos en Bilbao ya fue el colmo!
La inmigración pega un estirón, pero todavía es el 4,6% de los vascos.
(Aparte del mal gusto de usar esa expresión tan coloquial del estirón y que chirría aplicada a cifras estadísticas, el mal estilo de «pero todavía es» donde seguramente falta un sólo, y de lo manipulativo que es dar a entender que seguirá creciendo…)
Aquí hay 98.108 inmigrantes censados.
Eso es totalmente falso. Basta con ir a EUSTAT para comprobar que los inmigrantes en Euskadi (es decir, los residentes procedentes de fuera de Euskadi) son muchos más:
Fuente EUSTAT. Censo 2001. Población nacida fuera de la Comunidad Autonóma de Euskadi = 564.653 (27,11%)
Ya basta de negar a los gallegos, andaluces, extremeños, riojanos, castellanos, leoneses, etc. que viven en el País Vasco su condición de inmigrantes. Porque eso los deja en el limbo, los invisibiliza. Y no es justo ni para los nuevos inmigrantes llegados de otros países, ni para con los inmigrantes españoles. Unos no los (nos) reconocen como verdaderos vascos, otros no nos cuentan en las cifras de inmigrantes. Pero lo son; lo somos. En muchas localidades como Barakaldo, en la que resido, la inmensa mayoría de la población es inmigrante o descendiente de inmigrante. Los naturales del lugar, los de rancio abolengo baracaldés, son una pequeña minoría.
Así que basta de mentiras y manipulaciones. Llamemos a las cosas por su nombre, y sobre todo a las personas. Porque somos inmigrantes y no es ninguna vergüenza. Somos como los extranjeros: personas que tuvimos que dejar nuestros lugares de nacimiento para venir a vivir a otro lugar con mejores expectativas. Aquellos sufrieron sus discriminaciones, y estos las suyas. Y por desgracia, algunos de los que fueron discriminados ahora discriminan a los recién llegados, pero esa es otra historia…
Copio los datos del censo de 2001 referidos a la Comunidad Autónoma de nacimiento:
Soy hija de cordobeses, nacida en Venezuela, he vuelto a mis raíces y ahora vivo en Córdoba… yo no recuerdo que en mi país se hiciera JAMÁS una distinción entre inmigrantes y nacionales, jamás escuché a mis padres quejarse porque se les discriminara, todo lo contrario. Venezuela está llena de españoles, italianos, portugueses, libaneses, israelitas y muchas otras nacionalidades (bueno y ahora de cubanos, pero esa es otra historia), siempre se convivió en paz y armonía. Es duro volver a la tan querida Madre Patria (como llamamos en Latinoamérica a España) y encontrarnos que nos miran como a extraterrestres, no todos, claro, hay gente maravillosa que hace que valga la pena regresar a la tierra de nuestros padres…
Cariños
Ciertamente que el uso habitual del término inmigrante no se limita a una constatación geográfica del lugar donde ha nacido alguien. Hoy en día se utiliza casi exclusivamente para denominar a quienes provienen de fuera de la UE (bueno, quienes vienen de Rumanía o Polonía, todavía cargan con él) y que no tienen una situación particularmente acomodada. Se ha hecho de este término una categoría para diferenciar entre el «nosotros» y el «ellos» y atribuirles frecuentemente una serie de rasgos (generalizados abusivamente, claro está) negativos.
Así que en ese sentido, estoy de acuerdo con lo señalado en el comentario. Pero quisiera añadir, que también me parecería abusivo pretender que la situación de «inmigrante», en tanto que tal, sea similar entre un ecuatoriano, por ej. (no digamos ya un marroquí…) y alguien que proviene de Lugo, o de Salamanca, o de Madrid… No digamos ya si, además, no tiene permiso de residencia… Quiero decir con esto, que la designación como inmigrante de todo aquel o aquella que no ha nacido aquí, aunque pueda defenderse argumentalmente, puede servir para ocultar el diferente trato que reciben unos y otros en nuestra sociedad. Lo cual, tampoco sería nada recomendable.
Saludos.
Pues yo precisamente creo que negar que es tan inmigrante el de Lugo como el de Quito es no es muy recomendable. Si el de Lugo es tratado bien (?) el de Quito ha de serlo también pues en el fondo no se trata más de que la misma experiencia vital: salir de tu hogar para buscarte el pan en tierra extraña.
Creo de hecho que may una gran malicia en limitar los inmigrantes a los extranjeros. Porque asi asumes que al resto de inmigrantes los trataste más o menos bien y tienen ya los mismos derechos que los nativos… no habría justificación ética para negarles el mismo trato a estos. Sospecho que esa es la faceta newspeak del asunto, muy retorcida y sutil, pero me temo que efectiva, para trazar esa línea diferenciadora. Si la línea la traes más acá, donde estamos los otros inmigrantes, entonces ya no tendría fuerza a efectos discriminatorios, y sería más una línea virtual, denominativa, cultural, que legal y jurídica.
Para el DRAE inmigrar es «Llegar a otro [país] para establecerse en él, especialmente con idea de formar nuevas colonias o domiciliarse en las ya formadas.».
M. Moliner, como siempre más precisa, dice que inmigrante es una «persona que se ha establecido en una región o país, procedente de otro».