Acabamos de presenciar el ridículo ritual de la firma de un nuevo Tratado entre nuestros europeístas mandamases. Según nos trasmiten los medios, entre otras bendiciones maravillosas de este Tratado que nos salva de no sé qué terrible parálisis (¿alguien la ha notado lo más mínimo en su vida diaria?), está la de traernos una Europa
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